domingo, 9 de marzo de 2014

Todos los maestros deberían ser neurodidactas.


Neurociencia y educación
 Resumen entrevista con José Ramón Gamo
Especialista en Audición y Lenguaje, Master especialista en neuropsiquiatría infantil, director pedagógico del Centro de Atención a la Diversidad Educativa  CADE, director técnico de la Fundación Educación Activa, director psicopedagógico del Proyecto Lumen atención educativa y psicológica de un grupo de niños y adolescentes en centros de acogida, formador de profesionales de la educación en centros escolares y conferenciante habitual en congresos del TDAH a nivel nacional
¿Los profesores deberían tener en cuenta las etapas del desarrollo cognitivo?
Sí, es fundamental. Las etapas del desarrollo las describió Jean Piaget y se estudian en Magisterio. Sin embargo, los maestros de la facultad no transmiten el valor que tiene esta información para la práctica docente. Conocerlas es esencial porque en las aulas, a veces, exigimos a los niños cosas que no se sujetan a ciencia y que no respetan las etapas del neurodesarrollo. Tener el conocimiento de cómo aprende un cerebro es fundamental para un maestro. Si no sabes qué puede hacer el cerebro en cada etapa y cómo aprende en cada etapa, es muy difícil que tus propuestas metodológicas y de contenido de aprendizaje se sujeten a lo que el cerebro necesita y en el momento en que lo necesita. Todos los maestros deberían ser neurodidactas, no ser un neurodidacta en el siglo XXI es ser un dinosaurio de la educación y tener los conocimientos que tenían los maestros de los siglos XIX y XX.

¿Los maestros siguen una metodología del siglo XIX en pleno siglo XXI?
En los siglos XIX y XX la información no estaba al alcance de cualquiera, estaba en las instituciones educativas. Pero en el siglo XXI no tiene ningún sentido que el maestro esté transmitiendo datos verbalmente durante el 40 por ciento del tiempo que está en el aula, el 60 por ciento en Secundaria y el 90 por ciento en Bachillerato. Eso ya no tiene ningún valor porque la información está en red. El currículum escolar contempla muchas cosas –educación moral, valores, etc.–, pero, al final, el currículum se centra principalmente en el volumen de información que el niño tiene que almacenar, sin asegurarnos de que esta información esté bien aprendida, comprendida e interiorizada para que el niño pueda aplicar los conocimientos a la realidad. Esto es lo que tiene que contemplar una escuela del siglo XXI.

¿Qué métodos serían eficaces ahora?
Está demostrada la eficacia de las clases invertidas. En gran medida, esta idea proviene de Salman Khan, que empezó a ayudar a sus sobrinos dándoles clases a través de YouTube. Los sobrinos le mandaban el contenido de estudio que tenían y él seleccionaba una serie de vídeos que contemplaban la información que tenían que adquirir. Les decía a qué tenían que estar atentos a la hora de ver los vídeos y les planteaba unas preguntas que tenían que ser capaces de razonar. Al cabo de un mes y pico había 1.200.000 usuarios de Khan Academy. Esta iniciativa está apoyada por la Fundación Bill Gates y se ha convertido en un fenómeno viral.
Gracias a las neurociencias, sabemos que el cerebro procesa infinitamente mejor la información a través de canales multisensoriales, como puede ser un audiovisual, que la transmisión verbal de datos. Con este método, el niño no hace deberes en casa, sino que busca la información. Así, se libera a los maestros de tener que transmitir datos y se les permite aportar valor a las clases por su conocimiento de la pedagogía, por las propuestas de entrenamiento que hacen a los alumnos y por ser capaces de razonar con los chavales. Esto es lo que hay que hacer en un aula, porque lo que no es posible es que en pleno siglo XXI entrevistes a los niños y a ninguno le mole ir al cole. En los sistemas educativos que han puesto todo esto en práctica se trabaja con el entrenamiento cerebral a través de propuestas reales que motivan a los niños, en lugar de plantearles problemas abstractos que no tienen ningún tipo de compromiso emocional.

Teniendo en cuenta las etapas del desarrollo cognitivo, ¿a qué edad sería aconsejable que un niño aprendiera a leer?
A los siete años. En la mayoría de Europa es así. A los cinco años solo enseñamos a leer en España, Grecia e Italia. El cerebro empieza a adquirir la capacidad de trabajar con símbolos a los cinco años y la mayoría de los niños pueden hacerlo, pero hay algunos que se desvían del estándar de desarrollo, por arriba o por abajo, y eso también entra dentro de lo normal. A esta edad, hay un porcentaje relevante de niños que tienen retraso evolutivo y lo importante es trabajar los prerrequisitos de lectoescritura, el software que va a permitir hacer esa tarea. Porque todo lo que un niño de cinco años pueda leer, se lo puedes leer tú. En su vida cotidiana no va a hacer ninguna actividad donde la lectura tenga ese nivel de relevancia. Retrasar el proceso de lectoescritura a los seis años y medio para afianzarlo a los siete evita que los niños que tenían dificultades le cojan manía a leer. En las escuelas Waldorf, que vienen de la cultura alemana, la lectoescritura no se plantea a los cinco años, es totalmente ridículo. A los cinco años, los niños entran y se hacen el pan para desayunar, que es mucho más enriquecedor como entrenamiento cerebral. 

Texto completo de la entrevista
http://clouderview.com/entrevista/presentacion/42?nombre=jose-ramon-gamo