sábado, 9 de febrero de 2013

Resiliencia y Vulnerabilidad en los niños



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El modo como los niños se enfrentan a las dificultades, al esfuerzo o a la adversidad ha preocupado siempre a pediatras, psicólogos y educadores. Resulta evidente que la educación debe prepararlos para que sean capaces de resolver los conflictos que inevitablemente van a soportar, y también de elegir sus metas y de aplicar la energía suficiente para alcanzarlas.

La interacción entre el niño y un entorno problemático se ha analizado mediante distintos conceptos: resiliencia, capacidad de resolver problemas, fortalezas, factores de protección, factores de riesgo, vulnerabilidad, invulnerabilidad, etc. Partiré de la noción de “resiliencia”: designa la capacidad de reponerse con rapidez de los traumas y de soportar situaciones adversar sin derrumbarse. En el caso de los niños, la resiliencia aparece cuando pueden mantener un desarrollo normal en circunstancias muy adversas. Hay niños –y adultos- que resisten el embate del infortunio y se reponen bien, soportan la adversidad e intentan enfrentarse a ella. Los más optimistas piensan que incluso pueden salir fortalecidos de esas situaciones.
¿Por qué unos niños son más vulnerables que otros? ¿Cómo podemos paliar o eliminar esa vulnerabilidad? “Ser vulnerable” significa poder ser herido o dañado por un acontecimiento. Somos vulnerables a los disparos de una pistola o a la potencia de un tsunami. La vulnerabilidad puede ser también adquirida: la “indefensión aprendida” es el sentimiento de incapacidad de provocar efectos adecuados en el ambiente. Los sentimientos de dependencia, de miedo son también adquiridos.

Las soluciones
Una vez que han sucedido hechos estresantes, deben aplicarse procedimientos para intentar paliar el daño.
El tema de este artículo es la educación, donde podemos distinguir cuatro niveles:
1. Protección contra riesgos extremos.
Hay situaciones que son potencialmente dañinas para el niño, al que se debe proteger. Existen programas adecuados a las distintas situaciones de riesgo. Por ejemplo, programas para hijos de familias con problemas mentales, que informan de asuntos relacionados con estos  problemas, así como los factores de riesgo y de protección que pueden actuar sobre los niños.
2.- Protección general mediante aumento de factores de protección externos.
Estos programas tienen en cuenta los factores de protección internos y externos. Por ejemplo, formación de madres con niños de 13 a 27 meses para enseñarlas técnicas de educación; proyectos ecológicos que intentan cambiar el entorno del niño.
3.- Reducción de la vulnerabilidad personal.
La influencia genética es importante pero no es inmodificable, porque los rasgos temperamentales innatos pueden ajustarse durante los primeros años. Los niños pueden heredar la propensión a comportamientos problemáticos, pero las variaciones genéticas no aumentan el riesgo de forma directa, sino mediante su influencia en la sensibilidad a los factores de estrés del entorno. Por esta razón, un buen manejo de los factores de protección puede bloquear esa influencia. La sintonía con el niño, la buena coordinación de los padres con sus bebés, ayudan a desarrollar en él un sentido de previsibilidad y controlabilidad que le defienden de la angustia. Un exceso de protección impide al niño sentir que controla el mundo. El apego o la falta de apego determinarán la seguridad o inseguridad básica. Que podamos confiar en el mundo o que el mundo sea una selva llena de trampas y asechanzas, va a depender en gran parte de esas experiencias primeras. La relación de apego que el niño trenza con las personas que le rodean, va a construir un modelo de funcionamiento del mundo. La presencia o la ausencia de una figura de apego determinará que una persona esté o no alarmada por una situación potencialmente alarmante. El núcleo de la personalidad propensa a la angustia, es la inseguridad.  En este proceso, el niño desarrolla sus capacidades de regulación emocional, de vinculación social, y las expectativas positivas sobre el mundo y sobre sí mismo. El ajuste de la madre es la primera finalidad que deben tener las intervenciones destinadas a mejorar el desarrollo social del niño. De los estudios longitudinales a gran escala sobre la evaluación de la resiliencia, aparecen algunos aspectos educativos muy relevantes: importancia de la educación en los primeros dos años, adaptación positiva generada por un cuidado consistente que proporciona apoyo, aumenta la posibilidad de que el niño busque otras fuentes de apoyo posteriormente con éxito, las condiciones de crianza proporcionaron un sentimiento de confianza en las relaciones personales.
La vulnerabilidad aprendida puede tratarse con programas adecuados a cada circunstancia: para eliminar las disfunciones lo más importante es fomentar las fortalezas, aumentar los recursos básicos de una persona.
4.- El aprendizaje de las fortalezas.
La educación aspira a facilitar tres grandes metas de la vida humana: la salud, la felicidad y la dignidad. Conseguirlas va a depender de los recursos de que disponga el niño, el adolescente, el adulto o el anciano. Gracias a esos recursos podrán ampliar el campo de sus posibilidades y enfrentarse a los problemas. A partir de los estudios realizados sobre la resilencia, aparecen como fundamentales para promover comportamientos resilientes los siguientes:
1.   Sentimiento de eficiencia personal y de capacidad de control
2.   Confianza en sí mismo
3.   Habilidades sociales
4.   Optimismo
5.   Constancia
6.   Iniciativa hacia el futuro
7.   Compromiso con los valores morales o espirituales
8.   Actitud proactiva, emprendedora.
Cada uno de estos recursos es fomentado y desarrollado con metodologías adecuadas y en el momento evolutivo adecuado. Los sentimientos están provocados por:
    la interpretación que nuestras creencias hacen de los estímulos,
    los estilos explicativos, y a poner en cuestión la validez de las creencias,
    poner en perspectiva lo que sucede con nuestras creencias sobre el futuro,
    establecer metas
    asertividad y negociación, toma de decisiones y  solución creativa de los problemas.

La reducción de la vulnerabilidad y aumento de las fortalezas personales son los aspectos que tienen mayor relevancia educativa

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