Gritar es el recurso más utilizado por los padres cuando no les quedan más recursos educativos para hacer entrar a sus hijos “en razón”.
La argumentación, el sentido del humor, la negociación, la empatía se esfuman cual humo y aparece lo más primitivo de nosotros: la orden tajante, con tono desafiante y agresivo, el grito que anula la conversación y pone a nuestros hijos en posición de defensa y no de escucha, como debería ser nuestra intención. ¿No parece incoherente y poco práctico?
Gritar baja la autoestima de nuestros hijos. Les crea rencor y se alejan de nosotros. Nos hace perder prestigio y respeto ante ellos. Y para colmo, no consiguen que obedezcan. Entonces, ¿para qué gritar?
En lugar de gritar:
- Prueba a ponerte a su misma altura. Ponte de cuclillas si es necesario.
- Mírale a los ojos.
- Con voz firme pero suave dile lo que quieres que haga. Dale argumentos para hacerlo.
- Dile que te repita la indicación en voz alta, así te aseguras que lo ha entendido.
- Acaba con un “Estoy seguro de que tú puedes hacerlo”. Y sonríele.
Imagen y texto íntegro en