Resumen
artículo “Aceptar las cosas como son” El País Semanal f. MIRALLES
Una de las fuentes de sufrimiento más comunes en el ser humano es el deseo de que las cosas sean distintas a como realmente son. ¿Por qué anhelamos siempre lo que no tenemos?
La insatisfacción es lo que permite el progreso de la ciencia, las artes y
todo lo que tiene que ver con la sociedad, pero cuando se vuelve crónica deja de ser un estímulo para teñir de negatividad nuestra
vida.
Hay personas que, instalados en la queja y la amargura, molestan a los
demás –y a sí mismos– de forma totalmente estéril porque de nada sirve señalar
lo que no funciona sin ofrecer soluciones. Un estado de insatisfacción
permanente a causa del desnivel entre las propias ilusiones y la realidad. Sin
abogar tampoco por el conformismo, si nuestras aspiraciones se hallan siempre a
gran distancia de lo que tenemos, jamás alcanzaremos la serenidad. Como el burro
que persigue la zanahoria, podemos pasar
la vida entera esperando “algo mejor” para descubrir al final que ya lo
teníamos y no habíamos sabido verlo.
Del mismo modo que nos resulta difícil aceptar las cosas como son, también nos cuesta aceptar a los demás,
ya que su forma de pensar y reaccionar nunca coincidirá con nuestras
expectativas. Al hacer un favor a un vecino, nos duele si no obtenemos el mismo
trato por su parte cuando lo necesitamos. En
esta clase de pensamientos está el punto de partida de la mayoría de conflictos
interpersonales. Al esperar que los demás se comporten de determinada forma les
estamos negando el derecho a su identidad. Además, al enfadarnos por estas
diferencias obviamos algo muy importante: ser
o actuar de modo distinto a nosotros no tiene por qué ser negativo. Cada persona tiene una combinación única de
defectos y virtudes. Podemos aceptar su
singularidad y sacar partido de las cosas buenas que nos ofrece o bien
enrocarnos y señalar al otro como enemigo.
Byron Katie publicó un libro
orientado a acabar con la insatisfacción personal; “Amar lo que es” basado en aceptar y reconocer el valor de lo que
configura nuestro entorno, no se trata de resignarse a lo que hay, sino de amar
nuestras circunstancias para mejorar desde ese punto de partida. Esta autora sostiene que cualquier enfado que
tengamos con los demás es, en el fondo, algo de nosotros mismos que nos
molesta. Por eso mismo desearíamos cambiarlos, porque resulta más fácil exigir la transformación del otro que la de uno
mismo.
Convencida de que “lo que provoca nuestro sufrimiento no es el problema, sino lo que pensamos sobre el mismo” Byron Katie sostiene que ante un pensamiento negativo solo tenemos dos opciones: o nos apegamos a él o indagamos para comprenderlo. Esa última actitud y una relación constructiva con nuestro entorno nos llevarán a un plano superior.
Convencida de que “lo que provoca nuestro sufrimiento no es el problema, sino lo que pensamos sobre el mismo” Byron Katie sostiene que ante un pensamiento negativo solo tenemos dos opciones: o nos apegamos a él o indagamos para comprenderlo. Esa última actitud y una relación constructiva con nuestro entorno nos llevarán a un plano superior.
Una anécdota tiene como protagonista a un violinista que en pleno concierto
en Nueva York vio cómo se rompía una de las cuatro cuerdas de su violín. En
lugar de detenerse, decidió adaptar la melodía a las otras tres cuerdas, algo
realmente difícil con este instrumento. Cuando le preguntaron por qué había
elegido esa opción, respondió: “Hay
momentos en los que la tarea del artista es saber cuánto puede llegar a hacer
con lo que le queda”.
Sin duda, a menudo estamos expuestos a
circunstancias indeseadas. La cuerda rota del violinista tiene su equivalente,
en la vida cotidiana, en situaciones con mucho menos público, pero más
dolorosas. En lugar de lamentar nuestra
suerte, podemos preguntarnos qué es lo que nos queda y qué podemos hacer para
restablecer el equilibrio en nuestra vida. Para que vuelva a sonar la
música, no obstante, es necesario
aceptar las cosas como nos ha tocado vivirlas, ya que son un reto y un
aprendizaje. Al mismo tiempo, en lugar
de buscar culpables, debemos aceptar a los demás y no fijarnos en su cuerda
rota, sino en las otras tres que siguen sonando.
Señor,
concédeme serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar, valor para cambiar lo
que sí puedo y sabiduría para reconocer la diferencia”
(Reinhold Niebuhr)
(Reinhold Niebuhr)
Texto completo
http://elpais.com/elpais/2013/04/26/eps/1366972749_878845.html