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El
modo como los niños se enfrentan a las dificultades, al esfuerzo o a la adversidad
ha preocupado siempre a pediatras, psicólogos y
educadores. Resulta evidente que la educación debe prepararlos
para que sean capaces de resolver los conflictos
que inevitablemente van a soportar, y también de elegir sus metas y de aplicar la energía suficiente para
alcanzarlas.
La
interacción entre el niño y un entorno problemático se ha analizado mediante
distintos conceptos: resiliencia,
capacidad de resolver problemas, fortalezas, factores de protección, factores
de riesgo, vulnerabilidad,
invulnerabilidad, etc. Partiré de la noción de “resiliencia”: designa la capacidad de reponerse con rapidez de los traumas y de
soportar situaciones adversar sin derrumbarse. En el caso de los niños, la
resiliencia aparece cuando pueden mantener un desarrollo normal en
circunstancias muy adversas. Hay niños –y adultos- que resisten
el embate del infortunio y se reponen bien, soportan la
adversidad e intentan enfrentarse a ella. Los más optimistas
piensan que incluso pueden salir fortalecidos de esas
situaciones.
¿Por
qué unos niños son más vulnerables que otros? ¿Cómo podemos paliar o eliminar
esa vulnerabilidad? “Ser vulnerable”
significa poder ser herido o dañado por un acontecimiento.
Somos vulnerables a los disparos de una pistola o a la potencia de un tsunami. La vulnerabilidad puede ser también adquirida: la “indefensión aprendida” es el sentimiento de incapacidad
de provocar efectos adecuados en el ambiente. Los sentimientos de dependencia,
de miedo son también adquiridos.
Las soluciones
Una
vez que han sucedido hechos estresantes, deben aplicarse procedimientos para intentar paliar el daño.
El
tema de este artículo es la educación, donde
podemos distinguir cuatro niveles:
1. Protección contra riesgos extremos.
Hay situaciones
que son potencialmente dañinas para el niño, al que se debe proteger. Existen
programas adecuados a las distintas situaciones de riesgo. Por ejemplo, programas
para hijos de familias con problemas mentales, que informan de
asuntos relacionados con estos problemas, así como los factores de riesgo
y de protección que pueden actuar sobre los niños.
2.- Protección general mediante aumento de
factores de protección externos.
Estos
programas tienen en cuenta los factores de protección internos y externos. Por
ejemplo, formación de madres con niños de 13
a 27 meses para enseñarlas técnicas de educación; proyectos ecológicos que
intentan cambiar el entorno del niño.
3.- Reducción de la vulnerabilidad personal.
La
influencia genética es importante pero no es inmodificable, porque los rasgos temperamentales innatos pueden ajustarse durante los primeros
años. Los niños pueden heredar la propensión a comportamientos
problemáticos, pero las variaciones genéticas no aumentan el riesgo de forma
directa, sino mediante su influencia en la sensibilidad a
los factores de estrés del entorno. Por esta razón, un buen
manejo de los factores de protección puede bloquear esa influencia. La sintonía
con el niño, la buena coordinación de los padres con sus bebés, ayudan a
desarrollar en él un sentido de previsibilidad y controlabilidad
que le defienden de la angustia. Un exceso de protección impide
al niño sentir que controla el mundo. El apego o la falta de apego determinarán
la seguridad o inseguridad básica. Que podamos confiar en el mundo o que el
mundo sea una selva llena de trampas y asechanzas, va a depender en gran parte
de esas experiencias primeras. La relación de apego que
el niño trenza con las personas que le rodean, va a construir un modelo de funcionamiento del mundo. La presencia o la
ausencia de una figura de apego determinará que una persona esté o no alarmada
por una situación potencialmente alarmante. El núcleo de la personalidad propensa a la angustia, es la inseguridad. En este proceso, el niño desarrolla
sus capacidades de regulación emocional, de vinculación social, y las expectativas positivas sobre el mundo y sobre sí mismo. El
ajuste de la madre es la primera finalidad que deben tener las intervenciones
destinadas a mejorar el desarrollo social del niño. De los estudios
longitudinales a gran escala sobre la evaluación de la resiliencia, aparecen
algunos aspectos educativos muy relevantes: importancia de
la educación en los primeros dos años, adaptación positiva
generada por un cuidado consistente que proporciona apoyo,
aumenta la posibilidad de que el niño busque otras fuentes de apoyo
posteriormente con éxito, las condiciones de crianza proporcionaron un
sentimiento de confianza en las relaciones personales.
La
vulnerabilidad aprendida puede tratarse con
programas adecuados a cada circunstancia: para eliminar las disfunciones lo más importante es fomentar las fortalezas,
aumentar los recursos básicos de una persona.
4.- El aprendizaje de las fortalezas.
La
educación aspira a facilitar tres grandes metas de la vida humana: la salud, la felicidad y la dignidad. Conseguirlas va a
depender de los recursos de que disponga el niño, el adolescente, el adulto o
el anciano. Gracias a esos recursos podrán ampliar el
campo de sus posibilidades y enfrentarse a los problemas. A
partir de los estudios realizados sobre la resilencia, aparecen como
fundamentales para promover comportamientos
resilientes los siguientes:
1.
Sentimiento
de eficiencia personal y de capacidad de control
2.
Confianza
en sí mismo
3.
Habilidades
sociales
4.
Optimismo
5.
Constancia
6.
Iniciativa
hacia el futuro
7.
Compromiso
con los valores morales o espirituales
8.
Actitud
proactiva,
emprendedora.
Cada
uno de estos recursos es fomentado y desarrollado con metodologías adecuadas y
en el momento evolutivo adecuado. Los sentimientos están provocados por:
•
la
interpretación que nuestras creencias hacen de los estímulos,
•
los
estilos explicativos, y a poner en
cuestión la validez de las creencias,
•
poner
en perspectiva lo que sucede con nuestras creencias sobre
el futuro,
•
establecer
metas
•
asertividad y negociación, toma de decisiones
y solución creativa de los problemas.
La reducción de la vulnerabilidad y aumento de las fortalezas personales son los aspectos que tienen mayor relevancia educativa
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