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Así reza el estribillo de una bonita canción de Víctor Manuel. Y siempre
que la oigo me hago, junto al cantor, la misma pregunta, y pienso que no
estaría de más que todos nos la hiciéramos porque este mundo no está como para
guardarnos besos y esconder abrazos.
Por eso me acuerdo de aquella vez que estaba enfadado. Esos enfados tontos
que aunque te lo propongas no eres capaz de recordar ni el porqué, ni el cómo,
ni el cuándo. Lo que sí quedó grabado en mi mente fue que te acercaste, como
casi siempre que me veías así de estúpido, con un tierno reproche en tu mirada
mientras dibujabas un beso en tus labios esperando que mi boca completara el
dibujo iniciado en tu sonrisa; y que giré mi cara con una dignidad indigna. ¿A
dónde fue ese beso?
Otra vez fui yo el que se acercó pintando en el aire un abrazo de dos
brazos que acogen esperando ser acogidos, y esta vez fuiste tú la que te
separaste, y mi gesto de afecto cayó al vacío. ¿A dónde fue ese abrazo?
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